FRANCISCO PRECIADO DE LA VEGA
Sevilla 1712 - Roma 1789

Inmaculada Concepción. c. 1760
Óleo sobre cobre
Apócrifa en el reverso: Maella
Medidas 38 x 25 cm

Se trata de una Inmaculada Concepción cuya firma, que reza Maella, puede confundir al que la contemple. En efecto, la atmósfera de Maella (1739-1819) y Preciado de la Vega es cercana, quizá porque tanto su formación en Roma, como su clientela fueron, en cierto modo, muy semejantes. Sin embargo, observando la pintura con detenimiento, vemos cómo la estética de la misma nos revela que estamos ante un cobre pintado en pleno barroco, y no avanzada la segunda mitad del S. XIX, cuando se fecha el grueso de la producción del pintor valenciano.
Francisco Preciado de la Vega llega a ser pintor de cámara del rey Carlos III, si bien gran parte de su producción tiene lugar en Roma, donde se instala en 1732, siendo miembro de la Academia de San Lucas. Sin embargo, su carrera como pintor en la ciudad del Tíber estuvo, sobre todo, vinculada a la representación diplomática española y a instituciones religiosas, lo que confirma que tanto su prestigio como su proyección eran modestos, en parte al tener que lidiar con un ambiente artístico muy competitivo.
En esta obra, el pintor sevillano demuestra su perfecto conocimiento iconográfico, representando a la Virgen con los brazos extendidos hacia el Creador, de una manera muy cercana a las habituales representaciones del tema realizadas por su maestro Sebastiano Conca y, por tanto, lejos del sentimiento místico que proporciona Preciado en otras de sus versiones, como es el caso de la Inmaculada Concepción conservada en la Iglesia de la Santísima Trinidad de los Españoles en la Via Condotti de Roma, que el pintor ejecutó en 1750 y que marca el arco cronológico de su mejor producción.
Comparando ambas obras, se aprecia la diversidad estilística que es capaz de afrontar el pintor sevillano en función del encargo. Mientras la Inmaculada de la Iglesia de la Santísima Trinidad de los españoles es una obra mucho más clasicista debido al lugar público donde se expone, esta obra es mucho más barroquizante, buena muestra de cómo Preciado se había formado en el barocchetto y tardobarroco romano, en ese eclecticismo que predominaba en la Roma del setecientos, donde presenta sus mejores obras.
Los angelotes y querubines acabarán siendo uno de los recursos más característicos de este pintor. En este caso, los querubines de la parte superior del cobre son propios de las formas que Preciado desarrolla a partir de la década de los sesenta, lo que nos permite no sólo atribuir la obra al pintor sevillano, sino también fecharla dentro de ese espacio temporal.