El autor de esta pintura hay que ponerlo en relación con la labor de Pedro de Aponte y de su taller. Natural, según su hijo, de la localidad de Toro, su actividad se centra sobre todo en la zona de Aragón, pero también en Navarra y norte de Castilla, dentro de un estilo que es representativo del primer Renacimiento en España. Esta Presentación puede tratarse de alguna tabla de obras documentadas pero perdidas, como el Retablo de Nuestra Señora de la Esperanza para el Hospital de Huesca (contratado en 1507) o el retablo de la Virgen en la iglesia de Nuestra Señora de los reyes de Calcena (Zaragoza), obra terminada sobre el año 1527. En esta Presentación se pueden observar concomitancias con obras de Aponte, como las pinturas del retablo de Santa María la Real de Olite, donde interviene en colaboración con su taller. El modelo de la Virgen coincide con el de la tabla de la Huida a Egipto de Olite. El rostro de la Virgen también se puede poner en relación con el San Miguel del actualmente desaparecido retablo de la iglesia de San Martín en Santa María de Buil (Huesca). De la misma manera, la figura del sacerdote, con barba dividida en dos grandes mechones, tiene reminiscencias del San Antonio Abad del mismo retablo de la iglesia de San Martín. En el caso de la tabla que nos ocupa, es significativo el gusto de su autor por detallar los pelos de las barbas con pinceladas claras que iluminan los cabellos, como vemos en Simeón, la figura a su derecha, y San José. Son también característicos los rostros masculinos, con una expresión un tanto lánguida y melancólica, y que en el caso de la figura barbada de la derecha recuerda a la de Jesús en la escena de Cristo camino del Calvario del retablo de Cintruénigo. Por su parte, el modelo del Niño, de cuerpo recio y fuerte, es característico de Aponte y su taller, como se puede observar en la escena de la Epifanía en el retablo de Santa María de Olite. También el color de los ropajes a base de rojos y verdes muy vivos es el habitual en las obras de Aponte y taller citadas, aquí enriquecido con el blanco de la túnica de Siméon, cuyo brocado dorado de su capa nos habla de las reminiscencias tardogóticas en la obra de los pintores del primer Renacimiento español, tal vez por influencia de los gustos retardatarios de los comitentes. La composición se articula a partir del altar central, que se establece como eje a partir del cual se distribuyen las figuras de manera equilibrada y simétrica. Es el mismo esquema, con alguna variante, que vemos en la Presentación del retablo de la catedral de Ávila (1508), o la tabla del mismo tema conservada en el Museo Diocesano de Cuenca (procedente del retablo del Convento de Dominicos de Carboneras de Guadazaón y que suelen datarse entre 1500 y 1504) ambas de la mano de Juan de Borgoña. Eloy Gonzalo Martínez (extracto del estudio)